La historia de Ferrari, primera parte.

Hablar de Ferrari refiriéndonos a la Fórmula 1 es hablar de una parte absolutamente fundamental y ligada a fuego con esta categoría. Scuderia Ferrari es el equipo más laureado de la competición tanto en títulos de pilotos como  en constructores. Coches míticos que marcaron épocas, pilotos de leyenda. Su alianza con la F1 comenzó en 1950 con el Ferrari 125 conducido por el gran Alberto Ascari, y no podía haber un mejor sitio para el debut que el GP de Mónaco logrando la segunda posición. La primera victoria del Cavallino Rampante llegaría en Siverstone, en el año 1951, de las manos de José Froilán González.

Al año siguiente, Ascari conseguiría para los de Maranello su primer título de pilotos de F1 y, en 1953, directamente barrerían ganando la práctica totalidad de las carreras. De nuevo el título se quedaba en las vitrinas de Maranello y Ascari ya era bicampeón del mundo. En apenas cuatro años, Ferrari arrasaba. En el siguiente año el título se les escaparía, Ascari se marchó a Lancia y esa temporada, el gran Fangio ganaría su segundo campeonato. González y Hawthorn conseguirían vencer en Gran Bretaña y España para los de Maranello y finalizaron el año segundo y tercero respectivamente en la general, lo cual, tampoco estaba nada mal.

Mediada la década de los cincuenta, era Mercedes quien le había arrebatado el poderío a Ferrari, ya que en 1955 Fangio volvería a ganar el mundial conduciendo para la marca de la estrella. Esta vez, Ferrari no conseguiría ese consuelo de quedar segundos o terceros.  Castelloti, que fue tercero en el mundial, también pilotó para Lancia además de para los de Maranello. Aquel año, se produjo una noticia notablemente trágica para Ferrari, pues Alberto Ascari, su primer campeón del mundo, fallecía en Monza.

En 1956 Fangio y Ferrari juntaban sus nombres y objetivos, la apuesta fue segura para Enzo Ferrari, quien, por cierto, no tenía unas muy buenas relaciones con el argentino, pero a pesar de ello, en pista, Fangio y el Ferrari D50 eran uno. De nuevo el campeonato del mundo volvía a Ferrari y, Fangio, sumaba su cuarto título. Un cuarto título que no se hubiera producido de no ser por el bravísimo acto de compañerismo y caballerosidad que tuvo su compañero, Peter Collins, en la última carrera, en la que cedió su coche a Fangio cuyo Ferrari se había averiado. Un acto que aun hay que ensalzar más si citamos que Collins, podía haber ganado aquel mundial si no le hubiera cedido su vehículo.

Apenas un año le duró a Enzo Ferrari el gran Juan Manuel Fangio, nunca se llevaron bien y para el año 1957, el argentino volvió a Maserati para hacerse una vez más con el título, cinco títulos mundiales que sólo han sido conseguidos por Schumacher, Vettel y Hamilton en la historia de la Fórmula 1, poco más que decir. Musso, Collins y Hawthorn pilotaron para Ferrari aquel año, ninguno tenía unas manos ni parecidas al astro argentino y Luigi Musso quedó tercero en la general del mundial. El Ferrari 801 tampoco fue tan competitivo como anteriormente lo había sido el D50.

Las cosas volverían a sonreír a Ferrari en 1958, aquel año Hawthorn conseguía el cuarto título para un piloto de Ferrari, lo haría venciendo por sólo un punto, final apretado a más no poder. En aquella temporada en Maranello incorporaron los discos de freno a sus coches. En la clasificación de constructores Ferrari finalizaría segunda.

Los años pasaban y con ellos avanzaba la evolución de los coches, un aspecto clave en el último año de aquella década, pues el máximo rival de los Ferrari, serían los Cooper, unos coches que innovaron montando su propulsor tras el piloto, en vez de delante como hacían Ferrari, BRM o Aston Martin. La solución de montar detrás el motor le proporcionó a Cooper una mayor eficiencia del coche en curva, algo que se tradujo en conseguir el campeonato de pilotos y constructores aquel año. Ferrari cedía de nuevo tras un año victorioso y tenía que conformarse, que no es poco, con la segunda plaza, pero frase grabada a fuego en Maranello es aquella de que cualquier temporada sin títulos es un fracaso.

Escrito por Dani Guillen

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