Iniciamos aquí un serial de reportajes sobre los monoplazas más emblemáticos de la historia de la Fórmula 1. En él, incluiremos aquellos que marcaron una época de dominio en la categoría, y otros que supusieron un hito en cuanto a diseño, provocando un cambio generacional en la historia de la Fórmula 1.

En este primer capítulo, el protagonista es el Lotus 79. Nacido de las manos de Colin Chapman, Martin Ogilve y Peter Wright. Y pilotado por Mario Andretti, Ronnie Peterson y Carlos Reutemann.

Si bien la versión 78 ya sentó las bases de lo que sería la perfección de las ideas de Colin Chapman, la versión 79 fue la que culminó el trabajo y, quedó complementada con un propulsor Ford Cosworth V8 que ofrecía un gran rendimiento y fiabilidad. Algo de lo que adolecía el Lotus 78 utilizado en 1977 y primera mitad de 1978.

La clave, el “Efecto Suelo” y su aerodinámica

Colin Chapman daría luz ese concepto en el Lotus 78. El secreto del monoplaza estaba en los pontones laterales, los cuales, contaban con unas faldillas laterales que atrapaban el aire que pasaba bajo el Lotus. De esta manera, al pasar el aire por debajo a gran velocidad generaba un efecto de succión entre el monoplaza y el suelo, generando una carga aerodinámica descomunal que propiciaba un paso por curva muy veloz.

El secreto de los pontones ganaba mayor importancia con la implementación en los mismos de los radiadores del vehículo. Establecieron así un juego con el flujo de aire que incrementaba aún más la carga aerodinámica sin tener que recurrir a ostentosos alerones.

Pero la obra no culminaría hasta la llegada de la siguiente creación, el Lotus 79. El trabajo en el efecto suelo fue más preciso aún, y las líneas aerodinámicas mucho más eficientes y estilizadas. El modelo 79 buscaba la precisión de cirujano en sus líneas, con un único objetivo, brindar eficacia a la aerodinámica del conjunto.

En el Lotus 79 cada zona del monoplaza parecía una extensión con fundamento de la anterior. El coche “adelgazó” respecto al modelo anterior, el alerón delantero era relativamente pequeño y sobrio, el morro fino, abriéndose ligeramente a medio camino para cobijar la suspensión delantera y proteger ese mimado flujo de aire para el Lotus.

En el “cuerpo” del monoplaza estaban sus pontones, donde residía el secreto del éxito del coche. Allí, los faldones deslizantes, los radiadores inclinados incorporados en los pontones y las “branquias” en la superficie de los mismos hacían que el flujo de aire que pasaba por ellos generara una carga aerodinámica que el resto de monoplazas no conseguían. La cubierta motor del monoplaza también fue adelgazada y la terminación de los pontones, apuntada hacia arriba también era más liviana, buscando minimizar el drag y redireccionando el aire hacia el lugar deseado.

Si con el Lotus 78 llegaron victorias y podios para la escudería, con el modelo 79 se culminó el trabajo consiguiendo el mundial de pilotos con Mario Andretti y el de constructores para Lotus. Con el modelo 79, Lotus consiguió un total de 10 poles, 14 podios y 6 victorias.

El modelo 78, pero sobre todo el 79 de Lotus, marcaron un antes y un después en el concepto de los diseños en la Formula 1. No solo por la implementación del efecto suelo, el cual, seria prohibido en 1982, sino también porque se le comenzó a dar más importancia a la aerodinámica.

Editado por Dani Guillen